domingo, 11 de diciembre de 2011

Diana Cazadora


ADIOS,  DIANA CAZADORA

Adios, Diana, pequeña sombra silenciosa siempre en pos de tu amo. Fuiste el primer animalillo que conocí, recién llegada a este hermoso lugar que es desde entonces mi hogar. Recuerdo perfectamente la primera vez que te ví. Eras una tímida cachorrilla de color negro azabache, poseedora de una limpia mirada y un impresionante aspecto ya desde tus primeros momentos. Recuerdo también, que ya entonces eras para tu amo la más dulce y cariñosa de las compañeras, a pesar de la mala fama de los perros de tu raza. Eras, y seguiste siendo hasta el final, la excepción que confirma la regla. Durante once años, día tras día, he visto tu dócil silueta tras los pasos de tu amo. Con sol, con lluvia, con frío o con calor.  Siempre Diana tras Toñín. Inviernos tras otoños, veranos tras primaveras. Siempre Diana tras Toñín. Voy a echarte de menos, pequeña Diana Cazadora, como alguna vez me gustaba llamarte. Y mis perros también. Cada día, durante todos estos años,   Selva y mi adorado Musgo esperaban expectantes tu llegada para recibirte con vuestro idioma, de ladridos. Sobre todo ellos. Tú nunca contestabas. Mirabas hacia arriba, con tus ojos serenos y tu lengua jadeante por la larga caminata, esperando paciente a que tu amo reanudase la marcha después de los breves momentos del  “adiós Toñín” acostumbrado de cada mañana. Poco a poco, tus ágiles y dóciles pasos, se fueron haciendo más lentos y cansados, el paso del tiempo se hizo notar en tu dolorido caminar, te hacías mayor. Hace poco, también mi Musgo se fue de pronto, sin avisar, sin ningún signo que delatara el fin de su momento, al paraíso de los perros, en el que tú ahora te encuentras probablemente es su compañía,  y son ahora dos loquillos chillones y revoltosos, Asón y Cares, los que junto a Selva permanecen sentados y anhelantes detrás de la verja, esperando  el momento de verte aparecer por el recodo de la carretera. Sentirán tu ausencia, pequeña Diana, pues han crecido aprendiendo a esperarte cada mañana y no van a entender ver solo a tu amo, día tras día, de ahora en adelante. Y mi Selva, que tiene casi tu edad, va a echar mucho en falta a su vieja compañera de las mañanas tras la que corría a todo ladrar a lo largo de la senda, de mi jardín hasta casi perderte de vista. Siempre tendré un recuerdo para ti Diana Cazadora, y cada día, ya sea verano o invierno, haga frío o calor, cada vez que vea pasar a tu amo y le diga “adiós, Toñín”, seguiré viendo junto a él caminando como siempre, tu pequeña, dulce y entrañable, sombra silenciosa.                

Maribel
                                                                        

       A Diana                          Parbayón, 9 de Mayo de 2008




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